Troncos de alerce apilados delante de la cabaña, del mismo modo que siempre.
Ya era la costumbre. Así los habitantes de las casas ya podían preparar en el verano y podían esperar tranquilamente que se acercara el invierno.
Cada angulo de las fachadas de las casas fue cubierto con la leña apilada.
Montañas de leña era el símbolo de mayor comodidad y buena preparación para el siguiente invierno.
El trabajo de cortar y apilar fue realizado durante siglos y sigue siendo costumbre en zonas rurales.
Una imagen mas que comun, nada especial.
Si miramos desde la perspectiva del ciudadano a la totalidad de la situación,

esto le parece algo pintoresco. Todo bien ordenado y romanticismo de las montañas.
El esfuerzo físico y la necesidad de hacer este esfuerzo permanece fuera.
Acercándose ahora a este proceso desde un punto de vista alejado,

nos invita a repensar esta necesidad y a jugar con la imagen de la leña apilada.
Nos permitimos a un enfoque que es todo que pragmático y que resulta irritante para los habitantes que solo ven leña.

Jugamos a romper la apariencia acostumbrada y cambiamos el contexto y causamos irritación,

creamos una nueva imagen, una nueva creación.
Provocamos irritación incluso para aquellos que en realidad ya siempre sabían como se apila la leña.
Invitamos a entregarse y reconectarse con sus sentidos y experiencias.